Dia No 20 - EMPRENDIMIENTO. Del Romanticismo al pragmatismo empresarial - Eduardo Barreda


Para aquellos que tenemos perfil creativo y de marketing, que hemos tenido oportunidad de asesorar o participar en emprendimientos, seguramente podemos afirmar que es tremendamente apasionante la fase inicial donde soñamos con el nuevo negocio y todas las “arandelas” creativas del mismo con las cuales buscamos hacernos “diferentes” en el mercado, desde el nombre, el logo, la identidad visual, el servicio, hasta las oficinas, la decoración, el empaque, los medios digitales, etc, etc, etc,…

Esta fase, la cual llamo de Romanticismo, es absolutamente necesaria para cualquier tipo de negocio en etapa temprana, porque es la del enamoramiento de la idea, la que nos lleva a soñar, a generar la emoción de querer hacer las cosas, a construir la estrategia y pensar en cómo hacerla realidad.

No obstante, la fase de Romanticismo en muchos casos genera algunas situaciones no tan convenientes para el emprendedor tales como, exceso de enfoque en el marketing inicial, deficiente dedicación a la consolidación de la oferta de valor y postergación del modelo financiero del negocio.
En muchas ocasiones el emprendedor suele pasar meses trabajando en las mencionadas “arandelas” con la justificación de que es la mercadotecnia la que nos hará diferentes de nuestros competidores, lo cual es parcialmente correcto, pero en la práctica se vuelve maquillaje, dado que la verdadera belleza del nuevo negocio radica en la oferta de valor diferenciada, esa ventaja competitiva decisiva que nos pone por encima de nuestros competidores y que realmente nos hace diferentes frente al mercado.

He visto emprendedores pasar meses pensando y cambiando el nombre y el logo de su negocio, porque en teoría debe ser de fácil recordación, de alto impacto y eso ayudará al posicionamiento, etc, no obstante olvidamos que una de las marcas más valiosas del mercado se llama Google, lo cual como palabra no es necesariamente bella y no significa nada, incluso al comienzo era difícil de pronunciar para algunos, pero lo que realmente llevó a que la marca ganara valor no fue ni el nombre, ni su mercadotecnia, si no la oferta de valor que trajo a un mercado “tan básico” como el de los buscadores de internet. Una empresa puede ser exitosa con mal nombre, logo y mercadotecnia, pero con un producto o servicio diferenciado. El caso contrario ha sido demostrado en infinitas ocasiones, en el cual un mal producto o servicio, aunque tenga el mejor marketing, no será un negocio sostenible en el tiempo.

De hecho, refiriéndome al mismo ejemplo, en mi opinión, creo que Yahoo como nombre es tremendamente sonoro e impactante, hacían una mercadotecnia aceptable y considero que como buscador trataban de ofrecer lo más que podían a sus clientes, pero lo que nunca evidenciaron era que el mercado en realidad quería un buscador lo más sencillo posible pero con efectividad en la búsqueda, lo cual fue exactamente la oferta de valor de Google.

Es por esto que el primer paso para allanar la senda correcta del emprendimiento debe ser el desarrollo de una oferta de valor sostenible y diferenciada a partir de entender las verdaderas necesidades del mercado. Ahí debe estar el enfoque preliminar del negocio, desarrollar un producto o servicio que atienda de forma determinada una demanda específica, asegurándonos CON PRONTITUD de definir TODOS los prerrequisitos para que dicha oferta pueda ser entregada al mercado de manera impecable. Y hago énfasis en “con prontitud” y “todos” porque son muchos los temas que desde un inicio se deben considerar, y por que al quedarnos tanto en lo romántico descuidamos lo pragmático del negocio, donde se debe incluir todo aquello que requerimos a nivel comercial, operativo, productivo, administrativo, financiero y por supuesto marketing.

La situación es que para muchos emprendedores pasar de hablar de los temas blandos y amables del negocio a discutir los puntos duros y neurálgicos no es una labor fácil, pues el pragmatismo empresarial se refleja en esta etapa temprana del emprendimiento en el modelo financiero, el cual debe permitir identificar con precisión la inversión, los costos, el gasto operativo, las ventas esperadas, para así proyectar los ingresos y los gastos en el tiempo y poder determinar la viabilidad del negocio o la puesta en marcha de un prototipado que permita evaluar en la práctica la idea.
Nuevamente, he visto emprendedores dedicar meses al romanticismo y días a lo pragmático, con el triste desenlace en muchos casos de dar por terminado el emprendimiento luego de identificar que a pesar de haber dedicado en exceso, tiempo y esfuerzo a lo romántico, los números que arroja el modelo financiero llevan a la conclusión de que esa “gran idea” no va a ser viable en términos económicos, bien sea porque la inversión inicial es demasiado alta o las ventas esperadas no permiten un retorno adecuado de la inversión o simplemente porque operativamente la implementación no es viable, entre muchas otras razones.

La conclusión viene siendo la misma que ya hemos discutido. Asegurémonos de actuar con prontitud y diligencia para confirmar primero que la idea de negocio tenga valor diferenciado en el mercado, consideremos todos los recursos y actividades necesarias para llevar al mercado el producto o servicio, cuantificando y proyectando correctamente los ingresos y gastos del proyecto, y una vez que confirmemos la viabilidad del mismo avancemos con detalle y profundidad a seguir enamorándonos del emprendimiento que estemos llevando a cabo y pongamos el romance necesario, pero que sea luego de que lo hemos visto viable, no antes...
Más pragmatismo, menos romanticismo…

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