APRENDIZAJE, VICTORIA SOBRE EL FRACASO / Por Eduardo Barreda – DIESTRA Brands & Retail México
Para quienes vivimos la época de Francisco
Maturana al frente de nuestra selección Colombia a finales de los 80s y comienzos
de los 90s, creo que nos quedó para la eternidad una frase que generó todo tipo
de debates: “perder es ganar un poco”.
Para aquel entonces, e incluso en tiempos
actuales, ha habido todo tipo de posiciones al respecto de parte de detractores
y seguidores. Sin embargo, vale la pena recordar que fue el proceso de Pacho
Maturana el que devolvió a la selección Colombia a copas mundiales de fútbol y
a ser relevante en el panorama Suramericano e incluso global, tanto con el
equipo, como la proyección que a raíz de esto tuvieron sus jugadores.
No obstante, creo que el debate sobre “perder es ganar un
poco” siempre estará vigente, y al igual que ningún equipo es invencible, lo
mismo sucede en el campo del emprendimiento.
El fracaso como término de negocios es definido por la Real
Academia de la Lengua como “tener un resultado adverso en un negocio”, sin
embargo la palabra como tal tiene un significado negativo en el contexto del
emprendimiento.
Se asume que quien fracasa es un fracasado, y la connotación
de esta expresión lleva a interpretaciones que desde el índole personal y
profesional pueden incluso generar una frustración en quien lo experimenta, al
punto que puede limitar o predisponer a la persona hacia nuevas iniciativas o
proyectos.
El fracaso es intrínseco al emprendedor, es el resultado mínimo
garantizado de cualquier proyecto, es aquello que de plano ya tenemos ganado a
la hora de emprender, pero no siempre debe ser entendido como una derrota total,
pues son pocos los emprendimientos que han obtenido resultados satisfactorios
en el primer intento o bajo el proyecto inicial.
En Colombia, según la revista Dinero, la mitad de las empresas
no superan el primer año de existencia, y solo el 20% llegan al tercer año. Esta
cifra es significativa, pues quiere decir que un grupo importante de
emprendedores se arriesgó y su proyecto no fue satisfactorio. No podemos
concluir que fueran buenos o malos productos, correcta o incorrectamente
administrados, solamente podemos decir que estadísticamente para el emprendedor
hay un alto riesgo de que el negocio no supere los dos años de vida. Pero si el
emprendedor no se arriesga no tiene tampoco posibilidad de estar entre el 20%
que supera el tercer año y trasciende.
Mi objetivo con este texto no es más que llevar a la
reflexión al emprendedor en que fallar es parte de su labor, pero su verdadera responsabilidad
es que al fallar no deje escapar el aprendizaje.
En mi experiencia como emprendedor he tenido proyectos
fallidos que inicialmente me afectaron tanto el lo personal como en lo
profesional, no obstante, dichos proyectos dieron pie a nuevos emprendimientos
en los cuales pude aplicar conocimiento y experiencia provenientes del caso
fallido, que enriquecieron y fortalecieron esas nuevas iniciativas, que
posteriormente se convirtieron en productos, servicios o empresas. Se que este
ejemplo se replica en muchos emprendedores.
Cuando se hacen las cosas bien no hay tanto espacio hacia
la reflexión de aquello que hay que mejorar o potencializar. Pero cuando nos
equivocamos el autoanálisis aparece casi de forma natural y justo ahí es donde
debemos identificar aquello que es susceptible de mejora y ver cómo a partir de
esto podemos atender oportunidades.
Me encanta el discurso de Steve Jobs a los graduados del
2005 en Stanford, en donde habla de conectar los puntos, explicando que con el
paso del tiempo las experiencias del pasado, tanto positivas como negativas, podemos
terminar conectándolas y generando así creaciones únicas y espectaculares.
Cuando nos suceden, en su momento no las entendemos ni las valoramos, pero
luego con el paso del tiempo, estas cobran sentido al unirse con otras experiencias
y resultan completamente significativas. Pero esto lo empezamos a entender en esta etapa de cuarentones, y seguramente será aún mas claro con más canas y/o menos pelo.
Es aquí donde concluye mi reflexión, si de un intento
fallido no sacamos el aprendizaje, ahí si podríamos decir que habríamos
perdido. Pero si por el contrario, aunque el resultado no haya sido
satisfactorio pero tenemos un nuevo conocimiento o reflexión específica, con
seguridad terminamos dándole la razón al sabio Maturana : “perder es ganar un
poco”.
“En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”. Franklin D. Roosevelt
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