Dia No 3 - Emprendimiento, más que la búsqueda de un negocio exitoso - Andres Izquierdo
Esta es la primera vez que escribo en un blog, así que les pido disculpas si mi primera intervención se sale de lo común para un bloguero experimentado. Teniendo en cuenta que no somos un grupo tan grande, y que no es necesario un formato tan formal, decidí contarles brevemente sobre mi experiencia como emprendedor.
Como mucha gente que conozco, siempre quise tener mi propia empresa, mis motivaciones eran las más simples, de joven me motivaba el ego, las ganas de demostrar que era capaz, las ganas de ser millonario, y en la medida en que empezaba a envejecer y a tener experiencia, las motivaciones fueron más sencillas, era poder dejar de aguantarse a mas jefes, lograr la independencia, o no permitir repetir la historia de tantos conocidos que a pesar de ser exitosos profesionales de mediana edad, fueron despedidos de sus trabajos por que valían demasiado, viéndose enfrentados a que nadie quería contratarlos, precisamente en el momento en que se creían más importantes, en el momento en que sus hijos estaban entrando a la universidad y que su nivel de vida era más demandante.
A pesar de que de manera paralela a mis actividades como estudiante o empleado tuve varios negocios pequeños y grandes, ninguno alcanzo a tener la importancia suficiente como para convertirse en mi actividad principal. Cuando analizo lo sucedido con mis negocios anteriores y por qué no siguieron creciendo, generalmente llego a una conclusión, en ese momento yo estaba demasiado cómodo dependiendo de mi salario y mi posición. Esa comodidad es la que me llevó a menospreciar oportunidades de negocios nacientes por que los ingresos que generaban eran muy pequeños, o porque el esfuerzo necesario era demasiado grande.
Cuando me gradué como Ingeniero Industrial, tuve la oportunidad de trabajar negociando insumos para una gran industria, conociendo muchos tipos de empresas y personas. En ese proceso algo me llamó poderosamente la atención, la mayor parte de los dueños de las empresas, tenían algo en común, no eran gente extremadamente talentosa, no tenían una inteligencia superior, no eran el prototipo del Steve Jobs que se vende en televisión sobre los emprendedores, la mayor parte de estos emprendedores que conocí tuvieron la misma motivación para su emprendimiento, la necesidad, inclusive los dueños de empresas enormes, casi todos comenzaron ejerciendo un oficio para poder mantener a sus familias, y gracias a su disciplina, trabajo duro, al entendimiento de su oficio y algo de suerte, terminaron siendo los dueños de sus empresas. El tener la oportunidad de tener cercanía personal con varios de ellos me permitió entender que para ser un emprendedor exitoso, no era necesario inventarse el iphone nuevamente, que más importante que un excepcional talento, era la perseverancia y la disciplina, cosa que entendería mucho mejor unos años después.
A pesar de que construir mi propia empresa seguía siendo mi mayor sueño profesional, me empezó a ir muy bien en los trabajos que tenía, mi ingreso comenzó a mejorar rápidamente, tenía la oportunidad de viajar y de aprender, hasta el punto en que la comparación con cualquier negocio naciente no tenía sentido, todo me parecía poquito, si un negocio paralelo me podía dar 1 o 3 millones de pesos, me parecía mucho esfuerzo por muy poco. Sin darme cuenta, me fui acostumbrando a muchas cosas de la comodidad corporativa, desde las cosas complejas como tener la oportunidad de escoger a la gente más competente para conformar mi equipo de trabajo, como también las más sencillas, como tener una secretaria, el carro de la empresa, o hasta gente que me ayudaba a resolver mis cosas personales para poder tener más tiempo para la empresa.
Todo se veía bien en mi vida profesional, sin embargo a medida en que fui ascendiendo, la presión siguió aumentando, la cantidad de tiempo de mi familia que dedicaba al trabajo cada vez era mayor, cada vez más veía a compañeros de trabajo mayores que yo manifestando su frustración, por haber dedicado la mayor parte de su vida a construir el sueño de otro, aun a costa de haberse perdido las cosas más importantes de sus familias. En determinado momento, sentí que yo estaba repitiendo la historia de ellos, sin darme cuenta, me había perdido la oportunidad de disfrutar el proceso de los dos embarazos de mi esposa, de muchos momentos bonitos de los primeros años de mis hijos, simplemente porque tenía que estar viajando, porque estaba manejando un proyecto muy importante, o cualquier cosa por el estilo. Poco a poco mi descontento fue aumentando, más cuando empecé a ver el desenlace de los historias de varios de esos compañeros mayores que yo, unos, siguieron siendo muy exitosos profesionalmente, pero era evidente que sus vidas personales no tenían el mismo brillo, otros, a pesar de ser también muy talentosos, por diferentes circunstancias terminaban siendo despedidos después de cierta edad, enfrentándose a tener que tomar cualquier empleo, o montar un negocio a las malas, en un momento de sus vidas en que el ímpetu no era su principal cualidad.
Adicional a mi descontento profesional por lo que sentía que estaba pasando, me llegó la famosa crisis de la mediana edad, para quienes no la han vivido, les cuento que si existe, y que puede cambiar radicalmente sus motivaciones. En mi caso, mi crisis de los 40 me llevo a pensar si todo lo que había hecho tenía valor, si vivir mi vida de acuerdo al libreto establecido para el éxito era lo que en realidad me iba a permitir vivir mis próximos 40 años de una forma plena, si estaba dispuesto a seguir escalando, para llegar tal vez a los 60 años preguntándome si debí dedicarle más tiempo a mis hijos, a mi esposa y a mí mismo, si la lucha de todos los días por ser el mejor ejecutivo valía la pena. Esta crisis fue bastante fuerte, pero me hizo poner los pies en la tierra, me hizo entender que no estaba en una carrera, que mi vida no se trataba de mi éxito comparado con el de los demás, que el libreto del éxito no era el que significaba la felicidad para mí; yo quería volver a sentir la emoción que sentí cuando logre ser el proveedor de brownies de todas las tiendas de los colegios cercanos al mío, o cuando montamos un negocio de venta de cerveza con unos amigos de la universidad y logramos una inauguración a la que llego tanta gente que la policía tuvo que llegar a dispersar a los asistentes, ninguno de esos negocios me hizo millonario, pero me dieron mucha más satisfacción que muchos de mis logros profesionales posteriores.
En determinado momento mi descontento profesional fue demasiado grande, al punto en que un día tome la decisión de renunciar. Inicialmente me sentí liberado, sentí que estaba haciendo lo correcto y que ahora si iba me iba a dar la oportunidad de dedicarle todo mi tiempo a un proyecto mío, recordé mis conversaciones con todos los dueños de empresa que conocí años atrás y recordé que no necesitaba la innovación del siglo, ni irme a vivir a Silicon Valley para poder tener un negocio exitoso, que debía era buscar una necesidad básica de la gente, que aunque ya estuviera atendida, yo pudiera hacerlo mejor, o diferente. Fue así que empecé una ardua búsqueda de empresas que estuvieran a la venta, a visitar cuanta feria aparecía en busca de ideas u oportunidades, encontrando que la mayor parte de negocios disponibles se encontraban en unos pocos sectores demasiado competidos y con márgenes muy bajos. En algún punto de ese proceso de búsqueda de negocios, le pedí a un compañero de la universidad experto en temas financieros, que me acompañara a una visita a una empresa de productos de limpieza que estaban vendiendo, la empresa quedaba supremamente lejos, en un sitio horrible, y la cita era a las 7:00 AM. Después de perdernos y de hacer un viaje larguísimo, llegamos a la empresa, en donde nos dijeron que el dueño estaba en la finca, que no había vuelto porque no sabía si en realidad yo estaba interesado; en ese momento yo ya llevaba casi 4 meses infructuosos de búsqueda de algún negocio en el que pudiera trabajar, y mi frustración se hizo evidente. Sin embargo, en el camino de vuelta, el amigo que me había acompañado a la visita me conto que estaba en una situación similar a la mía, que él ya había montado una empresa de consultoría un año atrás y me propuso ser socio de la compañía, con lo cual, después de un análisis de unas semanas, resulte comprando el 50% de la empresa.
La empresa de consultoría me llamo la atención porque prestaba un servicio que desde mi experiencia no era tan competido y el mercado podría tener un potencial interesante. Los primeros años fueron muy difíciles, fue en este negocio donde aprendí en carne propia cual es la razón del orgullo de la mayor parte de los emprendedores, viene del aguante de los muchísimos meses sin ingresos, de trabajar como loco para lograr cualquier negocio pequeño, de tener que trabajar con lo que hay, y no con lo que se necesita, pero tal vez lo más importante, por lo menos en mi caso, de la lucha con uno mismo por pensar que podría estar mejor, que fue un error haber renunciado, que no valía la pena tanto esfuerzo para conseguir tan poco, pero aun así, seguir levantándose todos los días a trabajar y buscar la forma de que el negocio salga adelante. Este último punto fue el más difícil, a pesar de que yo estaba organizado económicamente, y que el mercado de mi casa no dependía en el corto y mediano plazo del resultado de mi negocio, la presión que yo mismo me puse fue enorme, fueron muchos los días en que me convencí de que todo era un error, sin embargo, lo que había aprendido de mis conversaciones cuando joven con otros emprendedores me volvía a la cabeza, a la mayoría de ellos les tocó vivir lo que yo estaba viviendo y en situaciones mucho más difíciles, ellos decidieron emprender un negocio por que no tuvieron otra oportunidad, porque de eso dependía su subsistencia, fueron empresarios por que necesitaban serlo, y fue su aguante, su disciplina y trabajo duro los que les permitió hacer de sus empresas una realidad.
Después de 5 años de trabajo y perseverancia, hoy ya hemos logrado tener una de las empresas de consultoría más reconocidas en nuestro ramo en el país y tenemos varios de los clientes más importantes del mercado, sin embargo, el ejercicio de hacer empresa es interminable y requiere de un esfuerzo constante, a medida que la empresa crece, los compromisos y los riesgos aumentan. Después de estos años de esfuerzo aun no soy millonario, el compromiso con la empresa, los clientes y los empleados es cada vez más grande, sin embargo, la satisfacción por haber logrado llegar hasta aquí si es indescriptible, hoy, a pesar de no tener muchas de las comodidades que tenía como empleado, me siento más exitoso y coherente con lo que siempre quise hacer.
Como mucha gente que conozco, siempre quise tener mi propia empresa, mis motivaciones eran las más simples, de joven me motivaba el ego, las ganas de demostrar que era capaz, las ganas de ser millonario, y en la medida en que empezaba a envejecer y a tener experiencia, las motivaciones fueron más sencillas, era poder dejar de aguantarse a mas jefes, lograr la independencia, o no permitir repetir la historia de tantos conocidos que a pesar de ser exitosos profesionales de mediana edad, fueron despedidos de sus trabajos por que valían demasiado, viéndose enfrentados a que nadie quería contratarlos, precisamente en el momento en que se creían más importantes, en el momento en que sus hijos estaban entrando a la universidad y que su nivel de vida era más demandante.
A pesar de que de manera paralela a mis actividades como estudiante o empleado tuve varios negocios pequeños y grandes, ninguno alcanzo a tener la importancia suficiente como para convertirse en mi actividad principal. Cuando analizo lo sucedido con mis negocios anteriores y por qué no siguieron creciendo, generalmente llego a una conclusión, en ese momento yo estaba demasiado cómodo dependiendo de mi salario y mi posición. Esa comodidad es la que me llevó a menospreciar oportunidades de negocios nacientes por que los ingresos que generaban eran muy pequeños, o porque el esfuerzo necesario era demasiado grande.
Cuando me gradué como Ingeniero Industrial, tuve la oportunidad de trabajar negociando insumos para una gran industria, conociendo muchos tipos de empresas y personas. En ese proceso algo me llamó poderosamente la atención, la mayor parte de los dueños de las empresas, tenían algo en común, no eran gente extremadamente talentosa, no tenían una inteligencia superior, no eran el prototipo del Steve Jobs que se vende en televisión sobre los emprendedores, la mayor parte de estos emprendedores que conocí tuvieron la misma motivación para su emprendimiento, la necesidad, inclusive los dueños de empresas enormes, casi todos comenzaron ejerciendo un oficio para poder mantener a sus familias, y gracias a su disciplina, trabajo duro, al entendimiento de su oficio y algo de suerte, terminaron siendo los dueños de sus empresas. El tener la oportunidad de tener cercanía personal con varios de ellos me permitió entender que para ser un emprendedor exitoso, no era necesario inventarse el iphone nuevamente, que más importante que un excepcional talento, era la perseverancia y la disciplina, cosa que entendería mucho mejor unos años después.
A pesar de que construir mi propia empresa seguía siendo mi mayor sueño profesional, me empezó a ir muy bien en los trabajos que tenía, mi ingreso comenzó a mejorar rápidamente, tenía la oportunidad de viajar y de aprender, hasta el punto en que la comparación con cualquier negocio naciente no tenía sentido, todo me parecía poquito, si un negocio paralelo me podía dar 1 o 3 millones de pesos, me parecía mucho esfuerzo por muy poco. Sin darme cuenta, me fui acostumbrando a muchas cosas de la comodidad corporativa, desde las cosas complejas como tener la oportunidad de escoger a la gente más competente para conformar mi equipo de trabajo, como también las más sencillas, como tener una secretaria, el carro de la empresa, o hasta gente que me ayudaba a resolver mis cosas personales para poder tener más tiempo para la empresa.
Todo se veía bien en mi vida profesional, sin embargo a medida en que fui ascendiendo, la presión siguió aumentando, la cantidad de tiempo de mi familia que dedicaba al trabajo cada vez era mayor, cada vez más veía a compañeros de trabajo mayores que yo manifestando su frustración, por haber dedicado la mayor parte de su vida a construir el sueño de otro, aun a costa de haberse perdido las cosas más importantes de sus familias. En determinado momento, sentí que yo estaba repitiendo la historia de ellos, sin darme cuenta, me había perdido la oportunidad de disfrutar el proceso de los dos embarazos de mi esposa, de muchos momentos bonitos de los primeros años de mis hijos, simplemente porque tenía que estar viajando, porque estaba manejando un proyecto muy importante, o cualquier cosa por el estilo. Poco a poco mi descontento fue aumentando, más cuando empecé a ver el desenlace de los historias de varios de esos compañeros mayores que yo, unos, siguieron siendo muy exitosos profesionalmente, pero era evidente que sus vidas personales no tenían el mismo brillo, otros, a pesar de ser también muy talentosos, por diferentes circunstancias terminaban siendo despedidos después de cierta edad, enfrentándose a tener que tomar cualquier empleo, o montar un negocio a las malas, en un momento de sus vidas en que el ímpetu no era su principal cualidad.
Adicional a mi descontento profesional por lo que sentía que estaba pasando, me llegó la famosa crisis de la mediana edad, para quienes no la han vivido, les cuento que si existe, y que puede cambiar radicalmente sus motivaciones. En mi caso, mi crisis de los 40 me llevo a pensar si todo lo que había hecho tenía valor, si vivir mi vida de acuerdo al libreto establecido para el éxito era lo que en realidad me iba a permitir vivir mis próximos 40 años de una forma plena, si estaba dispuesto a seguir escalando, para llegar tal vez a los 60 años preguntándome si debí dedicarle más tiempo a mis hijos, a mi esposa y a mí mismo, si la lucha de todos los días por ser el mejor ejecutivo valía la pena. Esta crisis fue bastante fuerte, pero me hizo poner los pies en la tierra, me hizo entender que no estaba en una carrera, que mi vida no se trataba de mi éxito comparado con el de los demás, que el libreto del éxito no era el que significaba la felicidad para mí; yo quería volver a sentir la emoción que sentí cuando logre ser el proveedor de brownies de todas las tiendas de los colegios cercanos al mío, o cuando montamos un negocio de venta de cerveza con unos amigos de la universidad y logramos una inauguración a la que llego tanta gente que la policía tuvo que llegar a dispersar a los asistentes, ninguno de esos negocios me hizo millonario, pero me dieron mucha más satisfacción que muchos de mis logros profesionales posteriores.
En determinado momento mi descontento profesional fue demasiado grande, al punto en que un día tome la decisión de renunciar. Inicialmente me sentí liberado, sentí que estaba haciendo lo correcto y que ahora si iba me iba a dar la oportunidad de dedicarle todo mi tiempo a un proyecto mío, recordé mis conversaciones con todos los dueños de empresa que conocí años atrás y recordé que no necesitaba la innovación del siglo, ni irme a vivir a Silicon Valley para poder tener un negocio exitoso, que debía era buscar una necesidad básica de la gente, que aunque ya estuviera atendida, yo pudiera hacerlo mejor, o diferente. Fue así que empecé una ardua búsqueda de empresas que estuvieran a la venta, a visitar cuanta feria aparecía en busca de ideas u oportunidades, encontrando que la mayor parte de negocios disponibles se encontraban en unos pocos sectores demasiado competidos y con márgenes muy bajos. En algún punto de ese proceso de búsqueda de negocios, le pedí a un compañero de la universidad experto en temas financieros, que me acompañara a una visita a una empresa de productos de limpieza que estaban vendiendo, la empresa quedaba supremamente lejos, en un sitio horrible, y la cita era a las 7:00 AM. Después de perdernos y de hacer un viaje larguísimo, llegamos a la empresa, en donde nos dijeron que el dueño estaba en la finca, que no había vuelto porque no sabía si en realidad yo estaba interesado; en ese momento yo ya llevaba casi 4 meses infructuosos de búsqueda de algún negocio en el que pudiera trabajar, y mi frustración se hizo evidente. Sin embargo, en el camino de vuelta, el amigo que me había acompañado a la visita me conto que estaba en una situación similar a la mía, que él ya había montado una empresa de consultoría un año atrás y me propuso ser socio de la compañía, con lo cual, después de un análisis de unas semanas, resulte comprando el 50% de la empresa.
La empresa de consultoría me llamo la atención porque prestaba un servicio que desde mi experiencia no era tan competido y el mercado podría tener un potencial interesante. Los primeros años fueron muy difíciles, fue en este negocio donde aprendí en carne propia cual es la razón del orgullo de la mayor parte de los emprendedores, viene del aguante de los muchísimos meses sin ingresos, de trabajar como loco para lograr cualquier negocio pequeño, de tener que trabajar con lo que hay, y no con lo que se necesita, pero tal vez lo más importante, por lo menos en mi caso, de la lucha con uno mismo por pensar que podría estar mejor, que fue un error haber renunciado, que no valía la pena tanto esfuerzo para conseguir tan poco, pero aun así, seguir levantándose todos los días a trabajar y buscar la forma de que el negocio salga adelante. Este último punto fue el más difícil, a pesar de que yo estaba organizado económicamente, y que el mercado de mi casa no dependía en el corto y mediano plazo del resultado de mi negocio, la presión que yo mismo me puse fue enorme, fueron muchos los días en que me convencí de que todo era un error, sin embargo, lo que había aprendido de mis conversaciones cuando joven con otros emprendedores me volvía a la cabeza, a la mayoría de ellos les tocó vivir lo que yo estaba viviendo y en situaciones mucho más difíciles, ellos decidieron emprender un negocio por que no tuvieron otra oportunidad, porque de eso dependía su subsistencia, fueron empresarios por que necesitaban serlo, y fue su aguante, su disciplina y trabajo duro los que les permitió hacer de sus empresas una realidad.
Después de 5 años de trabajo y perseverancia, hoy ya hemos logrado tener una de las empresas de consultoría más reconocidas en nuestro ramo en el país y tenemos varios de los clientes más importantes del mercado, sin embargo, el ejercicio de hacer empresa es interminable y requiere de un esfuerzo constante, a medida que la empresa crece, los compromisos y los riesgos aumentan. Después de estos años de esfuerzo aun no soy millonario, el compromiso con la empresa, los clientes y los empleados es cada vez más grande, sin embargo, la satisfacción por haber logrado llegar hasta aquí si es indescriptible, hoy, a pesar de no tener muchas de las comodidades que tenía como empleado, me siento más exitoso y coherente con lo que siempre quise hacer.
Comentarios